(Florianópolis - Santa Catarina – Porto Allegre)
Llegamos después del medio día, habíamos reservado en otro hostal, pero no dimos como llegar al lugar de una. Así que Buffoni se las arregló para conseguir un cuarto en una posada en Barra do Lagoa. Las dudas me tenían al gárrete, no quería quedarme ahí por la impresión del lugar, pero al final aprendes que las apariencias siempre engañan.
Nos quedamos ahí; el frío nos azotaba de nuevo después de haber estado en el calorcito por unos días, ese que había encontrado al norte de Argentina, en Brasil y en Paraguay… Ahora se sentía aquí en Floripa, porque geográficamente habíamos descendido, lo sentía hasta en los huesos como en La Plata, ese día que llegué.
Esta “Trayectoria Viajera” tenía que incluir a Florianópolis, no se podía quedar por nada del mundo. No me equivoqué. Mi lugar favorito para relajarme totalmente sería Floripa.
La playa es hermosa, lástima que hacía tanto frío y nos tuvimos que conformar con solo observarla, comprar algunas bebidas y sentarnos a hablar, escribir, ver a los jóvenes jugar fútbol y a otros locos surfear.
En el área de Barra do Lagoa donde el río hace su cauce nos encontramos un pingüino pequeño nadando en las aguas, estaba enfermo para el ojo de Buffoni, pero independientemente de eso a mí me hizo recordar que este viaje era el mejor!... el más, más! Estaba viendo a un pingüino en vivo y en directo, quería tirarme al agua a abrazarlo, darle besos, hablarle y decirle todo lo que sentía por él!
Bueno, bueno, bueno, hay que seguir enseñándoles a Floripa. Es una composición ilusionista, para mi gusto; podría mudarme a vivir un tiempo por esos lares.
De 10!...
Cuando fuimos a comprar los pasajes para continuar nuestra trayectoria viajera hacia Uruguay nos informaron que no tenían rutas directas hasta Montevideo desde Floripa, que tendríamos que parar en Porto Allegre y allí comprar la conexión.
Era de noche cuando arribamos a la estación de buses, pasamos por la caseta de información y hablamos en inglés con un chico medio metálico, necesitábamos encontrar un hostal o posada donde quedarnos. La opción más rápida apareció y agarramos un taxi que no titubeó en ningún momento en decirnos que teníamos que andar con cuidado y con los ojos bien abiertos para todo, al parecer el Ritz no estaba ubicado en una zona tan segura y la pinta no era para no dejarse de espantar por unos segundos, aparte que el recepcionista del hotel se la daba en rudo. Bueno, por ahí pagamos porque tampoco nos íbamos a trotar para encontrar otro lugar donde quedarnos y más con ese frío que se sentía. Fuimos a cenar cerca del lugar, no dejamos de mirar para todos los lados, de estar atentas de todo lo que se movía a nuestro alrededor; no sé si tomé una postura de predisposición pero no se sentía segura la ciudad.
Después de comer una carnita, french fries y ensalada, seguimos un poco más al sur hasta que nos encontramos con un bar, pero claro decía afuera en un cartel que sin identificación no se dejaba pasar a nadie, “las chicas” las habían dejado en el hotel. Nos dispusimos a buscarlas y regresar, conocer el ambiente de noche en Porto Allegre, pero seguido llegamos a la habitación yo me tiré en la cama y no quise pararme jamás.

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