(Montevideo – Piriapolis – Punta Ballena – Punta del Este – Colonia)
Los Marge a la espera de nosotros, qué gente! Y se montó el coro, a comer empanadas, a cambiarse que se va a acabar el mundo en Montevideo esta noche. Claro, esto fue la segunda noche, después de que me llevaran a visitar los siguientes lugares de una: Piriapolis, Punta Ballena y Punta del Este.En Piriapolis nos paramos a comer Chivitos y a bebernos unas cuantas cervezas Patricia. Qué nombre! En honor a la soberana…Fotos por aquí, por allá. Muchos hoteles y restaurantes argentinos en el área, es su punto débil para vacaciones en el verano, pero que estaban en ese momento cerrados porque estábamos en pleno invierno. Es un boulevard.
Punta Ballena es un mirador con forma de ballena, obvio. La vista es espectacular. El mar se ve divino.
A correr en el león francés (Peugeot) de nuevo que nos espera Punta del Este, el mejor helado que probé (Freddo) y los escaparates para comprar unos cuantos souvenirs (para mí, que conste!). 
Vimos leones marinos, manta rayas y muchas gaviotas. Buffoni estaba en sus aguas. 
Fuimos al Monumento del Ahogado, mi lugar favorito de este país, la mano que intenta salir desde la arena y están a flote solo los dedos. Creo que cuando nos tiramos la foto encimas de uno de los dedos, fue en el dedo de la mala palabra. 
Se hacía tarde, había que regresar a casa para alistarnos porque el pungee, pungee, pungee!, se venía esta noche. Había que salir a romper brazos. Y sí que rompimos.Yo bailé toda la noche, a veces me acompañaba Luchi, sino pues me quedaba sola. El mundo se estaba acabando y yo no podía quedarme tranquila. Gozé un mundo, como diría mi hermana Kim Hilton.
Tuve el placer de ver a mi amigo Pablo esa noche, con su prometida. La pasamos bien todos. Ahora, más Patricia!, por favor.
El día anterior nos habíamos quedado en casa, contactamos a la familia, todo estaba en orden, solo había que descansar porque nos esperaba el día que ya comenté.
El Sábado estuvo toda la familia de los Marge reunida, comimos con todos ellos, nos despidieron y a mí se me empezaba a caer el mundo encima porque se avecinaba el día de retorno a casa. No conocí gente tan pacífica, condescendiente y atenta como esta familia. A la verdad que en Uruguay encontré toda la paz y la tranquilidad que necesitaba para mí interior.Salimos a la tarde para tomar un bus hasta Colonia, allí embarcaríamos en el barco que nos llevaría hasta Buenos Aires y seguir hasta La Plata.
Durante ese atardecer del 5 de Agosto escribí muchísimo, quizás no todo lo que estaba esperando Buffoni, pero agradecí hasta con las palabras que no agradecen por toda la alegría que estaba recibiendo.
Fue un desastre para desembarcar, pero al final regresamos al monoambiente de Buffoni en La Plata sanas y salvas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario